miércoles, 7 de mayo de 2014

IN MEMORIAM



Durante años no se había separado de ella. En realidad no se había alejado de ella desde que nació. Incluso cuando Amalia formó su propia familia se fue a vivir a un piso al lado de sus padres para estar cerca de ellos, se iban haciendo mayores y podían necesitarla.

Últimamente no quería alejarse mucho, no hacia ningún plan que le alejara de ella lo suficiente como para no llegar a tiempo si algo pasaba, pero después de dudar mucho Amalia decidió hacer ese viaje para visitar a su hijo en Europa. Cuatro días. Tan sólo cuatro días. ¿Qué podía pasar en cuatro días?

El teléfono sonó de buena mañana apenas hacia unas horas que había llegado a su destino. Amalia se sobresaltó. Sus hijos estaban con ella, así que no era nada relacionado con ellos. ¿Entonces?

Al otro lado del teléfono una voz temblorosa entre lágrimas le comunicó la terrible noticia… “Se va…” “No hay nada que hacer…”
La madre de Amalia había entrado en un coma profundo y la situación era irreversible, apenas aguantaría unas horas…

Abrazada a sus hijos Amalia lloró desconsoladamente pensando cómo iba a hacer para llegar al lecho de su madre a tiempo… la separaban muchos kilómetros de distancia que suponían muchas horas de viaje…  Entonces rezó, y le pidió a su Dios y a todos sus ángeles en el cielo que la mantuvieran con vida hasta que ella llegara. Mientras, su familia, amorosamente, le repetía el mismo mensaje a su madre… “Aguanta mamá, ya llega, está viniendo, quiere estar contigo”. Ella respiraba tranquila, sin dolor, en paz. Quizás esperando la llegada de Amalia…

Amalia veía pasar las horas de aeropuerto en aeropuerto impaciente por llegar y estar de nuevo junto a su madre… Si hubiera tenido la seguridad de que llegaba hubiera echado andar… Aunque sabía que su madre estaba en las mejores manos, rodeada del cariño de toda su familia, la espera se le hacía angustiosa e interminable… pero ella solo tenía un pensamiento en el que ponía todas sus energías… llegar, llegar…

Después de casi un día entero viajando Amalia llegó al lado de su madre, la abrazó, la besó, cogió su mano y ya no la soltó… Se despidió de ella diciéndole cuanto la quería, pidiéndole perdón por las veces que perdió la paciencia con ella y dándole las gracias por cuidar de ella y de sus hijos.
Entre lágrimas pero con toda la tranquilidad y el amor del que fue capaz Amalia le dijo a su madre que si quería podía irse en paz, que no tuviera miedo, porque allí donde iba no había dolor, ni tristeza, ni padecimiento y que la estaban esperando los que tanto tiempo llevaba añorando, para reunirse con ellos y estar juntos para toda la eternidad. Amalia estaba segura de que todos ellos estaban tendiendo su mano hacia su madre para recibirla a las puertas del cielo. Casi podía verlos.

Y la madre de Amalia voló al lado del resto de sus ángeles…

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