lunes, 31 de mayo de 2010

ANGELA





Hace unos días visité a Ángela en el hospital. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos pero habíamos compartido juntas muchos momentos y nos unía un gran cariño mutuo, aunque no tuviésemos una relación frecuente. Le llevé un libro que no tenía ni idea de qué trataba, pero me gustó el título y esperaba, al menos, que le proporcionara distracción y entretenimiento.

Nada más verla me di cuenta de lo desacertado de mi regalo. Tendida en su cama apenas tenía fuerzas para nada, mucho menos para leer aquel tocho. Al verme abrió su ojos negros de par en par y sonrió. Sonrió y vi en sus ojos paz, calma y generosidad. No me dijo “cuanto me alegro de verte”, ni “¿qué vida llevas?”, ni “cuánto has tardado en venir”, nada de eso, sólo me dijo “¡Qué guapa estás!”. Fue una de las tres frases que me dijo aquella tarde, las otras dos quedarán para siempre entre nosotras y entre las dos testigas presenciales de aquel momento. Sólo diré que con la última, más bien una recomendación, estallamos en risas. Así era Ángela y lo tendré muy en cuenta cariño, tú ya sabes...

Pasamos una tarde agradable e incluso nos reímos con algunas de sus ocurrencias a media voz.

No me despedí, estaba dormida cuando me fui, pero esperaba volver a verla. No he tenido tiempo, pero en mi recuerdo quedará para siempre esa tarde.

Notaremos tu ausencia pero desde que te fuiste, al mirar al cielo, veremos brillar una estrella más.... "La estrella más brillante", como el título del libro que no llegaste a leer, yo lo haré por ti, te lo leeré despacito para que te rías en el cielo.

Te quiero Ángela.