domingo, 19 de diciembre de 2010

UNA BOLA AZUL

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En aquellos días la casa de Amalia era un auténtico caos, era el punto de reunión de toda la familia. Todo el mundo tenía algo que hacer, las niñas estaban de vacaciones y mientras las mayores ayudaban a su madre y tías con los preparativos de la cena, las pequeñas, Amalia y su adorada prima preparaban su tradicional coreografía para amenizar la velada que como siempre se aventuraba larga.
Mientras, la matriarca de la familia, viuda desde hacía años, se movía nerviosa entre la cocina donde se prepara la cena y el salón donde los hombres de la casa jugaban la partida. Ella de pié, detrás de ellos, miraba fijamente las cartas y se mordía los labios mientras en su interior formulaba insistentemente el deseo de que alguno se diera cuenta de su presencia y la invitara a jugar. Finalmente, siempre se oía la misma voz: “Madre, ¿quiere jugar?”. Ella ni respondía, acercaba una silla y su diminuta figura algo encorvada quedaba inmersa en el corro, “como uno más”.
Con la cena ya lista llegaban los preparativos, colocar las mesas una detrás de otra, pasar sillas de las otras casas (por suerte todos vivían en la misma manzana), poner los manteles, cubiertos, cortar los turrones y disponerlos ordenadamente en la bandeja,… el ambiente cargado por el humo de los cigarrillos, el olor de la cena recién preparada y los cristales de toda la casa ya empañados por el calor en contraste con la fría noche.
Aquello era un trasiego de gente yendo y viniendo para colocar cada cosa en su sitio. Y en el fondo del salón, el árbol de Navidad lleno de bolas de cristal y espumillones de mil colores presidiéndolo todo. Cada año el árbol se poblaba con una bola menos. Se había convertido en una tradición que la pequeña de la casa en su alborote infantil y deslumbrada quizá por el brillo de ese árbol gigantesco para ella rompiera una bola cada año. Una manera como otra cualquiera de inaugurar la navidad.
Las niñas fueron creciendo y se agregaron a las celebraciones sus parejas y después sus criaturas. La casa se iba llenando de niños de todas las edades al tiempo que, poco a poco, como un goteo, iban desapareciendo de la escena navideña otros, también de todas las edades. Las Navidades ya nunca fueron las mismas desde que el primero en partir lo hiciera precisamente al finalizar una Navidad y recién estrenado un año nuevo.
Después las criaturas de las niñas también crecieron y por una cosa o por otra cada año resultaba más difícil reunirse en Nochebuena.
Amalia salió de su ensimismamiento y se descubrió sonriendo al tiempo que una lágrima resbalaba por sus mejillas al recordar las escenas navideñas. Creyó ver cómo un corro de ángeles y una diminuta figura la miraban sonriendo mientras jugaban su particular partida una Nochebuena más.
- o – o – o – O – o – o – o -

Cuando Amalia abrió la puerta la espigada figura de una mujer sonriente entró por la puerta seguida de su marido y de su hijo. Se abrazaron y mientras Amalia la seguía con la mirada, se dirigió al árbol navideño que hermoso y luminoso, pero ya no tan gigantesco para ella, se erguía en el salón, plagado de cintas plateadas y adornos navideños en tonos azulados y blancos. Sin pensarlo dos veces cogió una bola azul del árbol, de esas de espejo en las que se refleja tu rostro distorsionado, la sujetó entre sus manos y la acarició como si se tratara de un preciado tesoro, respiró profundo y sonriendo miró a su prima mientras alzaba su brazo derecho sujetando la bola con dos dedos. Cerró los ojos, abrió los dedos y la dejó caer. La bola chocó contra el suelo haciéndose añicos. Ambas soltaron una carcajada y se abrazaron efusivamente observadas atentamente por toda su familia. ¡Ya era Navidad!.


¡FELIZ NAVIDAD Y PARA EL PRÓXIMO AÑO
un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar a donde ir y alguien a quien amar!






sábado, 27 de noviembre de 2010

10 Lustros


Amalia se preparaba aquella mañana emocionada y nerviosa para asistir a su primera entrevista en un programa de televisión.

“10 lustros” era un programa dedicado a personas que hubieran destacado en alguna faceta literaria o artística en el año de su 50 cumpleaños. Amalia cumplía todos los requisitos, la publicación de sus relatos había tenido un éxito más que aceptable no sólo entre sus amigos y conocidos sino también entre los que no lo eran. Además la proximidad de su 50 cumpleaños completaba el binomio necesario para asistir al programa.

Cuando la llamaron Amalia se sintió halagada al tiempo que sorprendida porque en nada se consideraba al nivel de los famosos coetáneos que habían asistido al programa en ediciones anteriores. Por otra parte le inquietaba la idea de que a través de las 50 preguntas su intimidad quedara demasiado al descubierto. Ella sólo pretendía al escribir sus relatos plasmar los sentimientos y emociones que habían ido evolucionando al mismo tiempo que ella y que cualquier persona al leerlos pudiera sentirse identificada. No pretendía ser reconocida por el gran público como una gran escritora sino como una mujer a la que la vida le había dado un gran golpe sentimental y no encontró otra manera de dar salida a su dolor que escribiendo aquellos relatos.

10L: Buenos días Amalia, un placer tenerte en nuestro programa.

A: Buenos días y muchas gracias por vuestra invitación.

10L: Ya conoces nuestro programa. Nos gustaría conocerte un poco mejor, a través de las 50 preguntas de esta entrevista. ¿Estás dispuesta?

A: Por supuesto, adelante.

10L: Bien, vamos con la primera ¿Quién es Amalia?

A: Amalia es una mujer reconciliada con la vida, con su propia vida.

10L: ¿Por qué Amalia?

A: Me hubiera gustado llamarme Amalia como la hermana de mi padre que murió apenas cumplidos los 16 años, cuando empezaba a descubrir la vida.

10L: ¿Cuándo descubrió a Amalia?

A: Amalia llevaba mucho tiempo luchando consigo misma por salir pero no podía. Estaba encerrada en una cárcel que ella misma había ido formando cargándose con demasiadas responsabilidades, pero llega un momento en que algo hace “clic” en tu interior y tu cuerpo pero sobre todo tu mente te pide un cambio. Es el momento de que lo mejor y lo peor de ti salgan a la luz y empieces a aceptarte a ti misma y a los demás, sin posturas forzadas, y empieces a sustituir el “tengo que”, por el “quiero que”. En mi caso ese “clic” fue el dolor.

10L: ¿El dolor? ¿A que tipo de dolor te refieres?

A: Al dolor emocional, al dolor de la pérdida, de cualquier pérdida. El dolor físico lo puedes combatir con cualquier analgésico. No hay analgésico alguno que mitigue el dolor del alma y hay que buscar otras formas de afrontarlo y eliminarlo.

10L: ¿Cómo afrontas las situaciones dolorosas?

A: Con mucha ayuda y mucha fe en que es algo pasajero y pasará. No hay que dejar que el dolor se instale en ti, hay que darle salida. Yo lo he hecho escribiendo estos relatos a través de los cuales también doy salida a mis deseos, esperanzas y sueños.

10L: Amalia parece siempre tranquila y relajada, ¿eres feliz?

A: Para mi la felicidad no es un estado es un proceso, un camino que nunca termina. Puedes tener momentos felices pero nunca consigues la felicidad plena. Pero sí he tenido y tengo momentos muy felices en mi vida.

10L: ¿Qué hace Amalia en su tiempo libre?

A: He aprendido que el tiempo libre no existe, puedes estar haciendo “nada” y también estás llenando tu tiempo.

10L: Si conocieras a través de Internet a alguien aparentemente interesante, ¿darías el paso de conocerle personalmente?

A: No confío en las redes sociales, me parecen peligrosas y me dan miedo, así que es complicado que conozca a alguien por Internet, prefiero el contacto cara a cara.

10L: ¿Crees que la amistad entre mujeres no es comparable a la que se pueda tener entre un hombre y una mujer?

A: Creo en la amistad verdadera. Tengo grandes amigas y grandes amigos y sé que los tendré siempre. Lo que me parece más difícil es mantener una relación de amistad con alguien con quien has tenido una relación sentimental pero tampoco es imposible dependiendo de cómo ésta haya acabado y de la capacidad de perdón de cada parte.

10L: ¿Has dejado de creer en tu príncipe azul?

A: Los príncipes azules tarde o temprano se convierten en sapos. Como dice una persona a la que quiero mucho, es mejor un plebeyo que produce menos expectativas pero también menos decepciones.

10L: ¿Crees que la muerte no es el final?

A: Creo que la muerte es el final de la vida, pero la vida es un aprendizaje. Soy creyente y el Dios de amor y bondad que yo conozco nos ama como un Padre, quiere para nosotros lo mejor y nos da la oportunidad en esta vida de conocer, lo bueno y lo malo, lo agradable y lo desagradable, lo triste y lo alegre. Sólo así podremos disfrutar de la vida plena. Podríamos decir algo así como que la vida es la carrera Universitaria y la muerte la graduación.

10L: ¿Crees en el AMOR para toda la vida?

A: El AMOR nunca muere. Pero para que sea para toda la vida debe ir aderezado de otros condimentos: la confianza, la honestidad, la lealtad, la comunicación, la fidelidad, la verdad…

10L: ¿Has aprendido a quererte más que a nadie?

A: Estoy en ello. No sé si más que a nadie, pero estoy aprendiendo a quererme y a aceptarme, a pensar en mi.

10L: Si pudieras elegir, ¿a qué o a quién dedicarías el resto de tu vida?

A: A quien se la dedico ya, a mí, a mis hijos, a mi familia y a mis amigos y a disfrutar con ellos todo lo que pueda.

10L: ¿Te has planteado elegir a alguien con quien compartir tu vida?

A: Si te refieres a una pareja, me da mucha pereza, he aprendido a disfrutar de mi vida tal y como está ahora y no echo de menos nada, pero nunca se sabe. Habría que ver si alguien esta dispuesto a elegirme a mi…., (risas).

10L: ¿Piensas que los demás saben lo que les quieres?

A: Creo que sí porque se lo demuestro siempre que puedo y son listísimos.

10L: ¿Esperas algo cuando das o das sin esperar nada a cambio?

A: No espero nada para mí. Espero aportar un poquito de felicidad, de bienestar, de optimismo, cosas positivas. Si lo consigo es mi mejor regalo, si no, sigo intentándolo.

10L: ¿Qué es lo que más detestas en una persona?

A: La cobardía y la mentira.

10L: ¿Qué es lo que más admiras en una persona?

A: La honestidad y la verdad, aunque duela.

10L: ¿El día más triste?

A: Algunos días de Abril.

10L: ¿Un buen recuerdo?

A: El día que nacieron mis hijos.

10L: ¿Tu mejor obra?

A: Mis hijos.

10L: ¿Qué te gustaría ser "de mayor"?

A: Psicóloga y creo que lo conseguiré porque acabo de empezar la carrera y al paso que voy… (Risas).

10L: ¿A dónde vuela tu imaginación?

A: A una playa tranquila y solitaria donde pueda mirar las puestas de sol desde mi ventana y mirando al mar.

10L: ¿Te gusta la Navidad?

A: Me gusta para celebrarla en familia. Inevitablemente las familias van cambiando, unos se incorporan, otros se van, pero creo que hay un vínculo común que no debe perderse nunca en una familia y mucho menos en Navidad.

10L: ¿Te da miedo algo?

A: La enfermedad.

10L: ¿Tu peor defecto?

A: Soy muy perfeccionista y muy exigente.

10L: ¿Tu mayor virtud?

A: Que me estoy rehabilitando de lo anterior.

10L: ¿Qué te hace llorar?

A: Soy muy llorona, lloro hasta con los anuncios.

10L: ¿Qué te hace reír?

A: Una tarde con mis amigas, aunque también lloramos y es una buena terapia.

10L: ¿Qué no perdonarías nunca?

A: Me cuesta mucho perdonar la traición.

10L: ¿La mejor palabra?

A: AMOR.

10L: ¿La peor palabra?

A: ADIOS.

10L: ¿La mejor frase?

A: No sé si es la mejor, pero es una frase que yo tengo muy presente: “Si lloras porque no ves el sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas”.


10L: ¿La mayor desilusión?

A: Creer en alguien que no cree en ti.


10L: ¿Un sueño cumplido?

A: El primero fue ser tía, tengo 6 sobrinos y una sobrina-nieta y soy MUY tía. Ser madre fue la culminación de ese sueño elevado a la enésima potencia.

10L: ¿Una frustración?

A: La falta de explicaciones.

10L: ¿Alguien a quién le debes mucho?

A: A mis padres que me dieron la vida y a mis hermanas mayores de las que he aprendido cómo vivirla.


10L: ¿Los amigos son para siempre?

A: Los amigos si, los conocidos no.


10L: ¿Lo más bonito de la vida?

A: Vivirla.


10L: ¿Lo más valioso?

A: La salud


10L: ¿Amas a alguien?

A: Si te refieres a una pareja, he amado mucho, sin límites, porque el amor es así. Ahora soy más selectiva y más comedida.

10L: ¿Echas de menos a alguien?

A: Es imposible no echar de menos a los que estuvieron y no están.


10L: ¿Eres muy crítica?

A: Cada vez menos.


10L: ¿Eres romántica?

A: Muchísimo. Me encanta sentarme delante de la tele un sábado o un domingo por la tarde a ver películas románticas y hartarme de llorar. Es muy terapéutico.

10L: ¿Te arrepientes de algo?

A: De lo que no he hecho.


10L: ¿Tienes un secreto que no le has contado a nadie?

A: La verdad es que no tengo secretos para las personas que quiero. Los que me conocen de verdad saben lo peor y lo mejor de mí.


10L: ¿Quién te habría gustado ser?

A: Me gusta ser quien soy. No envidio nada ni a nadie. Todo el mundo tiene sus miserias, prefiero quedarme con las mías que ya sé cuales son.


10L: ¿Cómo te gustaría morir?

A: En paz.


10L: ¿Cuál es tu lema?

A: “Nunca te des por vencido”

La entrevista había sido rápida, unos 30 minutos apenas, pero Amalia salió de la cadena como si hubiera estado descargando camiones durante horas.

Ahora sentada frente al televisor miraba sus gestos, repasaba sus respuestas y pensaba cómo había llegado hasta allí.

Encontró la respuesta al coger su libro y abrirlo para leer la dedicatoria:

“Por vosotros…,

…los que me disteis la vida,

…los que me enseñasteis a vivirla,

…los que fuisteis el viento bajo mis alas,

…los que me enseñasteis lo que es el verdadero amor, ese que no muere nunca.

Porque os amo.”

Así era, había llegado allí por AMOR.



jueves, 14 de octubre de 2010

INTERNET



Como cada noche desde hacia cientos Amalia se sentó delante de su ordenador, dudando una vez más si encenderlo y adentrarse en aquel mundo que había descubierto casi a la fuerza o abandonarlo de una vez por todas. Tampoco aquella noche pudo evitarlo y mientras encendía el ordenador y se conectaba a la red, respiró profundo y pensó, como cada noche, que aquella sería la última vez.

Hacia meses que Amalia había decidido adentrarse furtivamente en los entresijos de la Red, y concretamente en aquella página de contactos que descubrió accidentalmente. Amalia buscaba respuestas. Las respuestas que su marido no había sido capaz de darle cuando de repente, un día, le comunicó su deseo de separarse de ella y de sus hijos y se fue de casa abandonando el proyecto en común que habían iniciado 20 años atrás. Un proyecto en el que ambos creyeron y quisieron construir juntos.

Buscó en aquellas conversaciones virtuales al hombre del que se habia enamorado.

Un hombre honesto, sincero, en el que había confiado, con quien se había sentido segura, querida y respetada. Un hombre amante de su familia que había disfrutado haciendo planes por y para ellos.

Un hombre sensibilizado con la injusticia y la traición, amante de la paz y la conciliación. Un hombre decidido, luchador.

Un hombre sensible y cariñoso que le había dicho una y mil veces cuanto la amaba…., que la había amado tanto.

Un hombre que le había prometido serle fiel en todas las circunstancias.

Amalia buscó a ese hombre..., pero no lo encontró.

Descubrió, por el contrario, lo fácil que es esconderse detrás de un personaje, inventar una vida, una personalidad con la que presentarse a ese mundo virtual. Lo fácil que es colarse en la vida de otras personas, en sus casas, en su intimidad y frivolizar con sus sentimientos. Descubrió un mundo, no siempre, pero a menudo lleno de mentiras, de engaños, de falsedades. Descubrió cómo detrás de una falsa identidad se esconden personas cobardes que no son capaces de afrontar la realidad de su vida y tienen que inventarse una para vivir una fantasía, una ilusión, probablemente efímera, que llega a confundirles y atormentarles hasta tal punto que, envueltos y atrapados por el embrujo de la Red, toman decisiones que cambian el rumbo de sus vidas y colateralmente el de las personas que tienen a su alrededor en la vida real, en la de verdad.

Descubrió la falta de honestidad, la deslealtad, la mentira. Descubrió la facilidad con la que algunas personas forjan amistades y relaciones… sinceras?, creyendo que serán “para toda la vida”.

Descubrió que el poder de la red es ilimitado y puede llegar a dañarte, si no eres capaz de frenarlo, de dosificarlo. Descubrió una ventana abierta al intrusismo, que puede controlarte, adueñarse de ti y convertirte en otra persona. Quizás fue eso lo que le paso a él.

Amalia conocía muy bien al que había sido su marido y sabía que se ilusionaba fácilmente e idealizaba a cualquier persona, cualquier situación. Podía llegar a obsesionarse tanto con algo o con alguien como para no ver, oír, escuchar, ni confiar en nadie más. Podía querer a una persona más que a nada en el mundo y llegar a aborrecerla por nada, simplemente por haberse cansado de ella... llegando a la decepción, al desencanto, el aburrimiento… siempre había sido así y Amalia sentía que también así había sucedido con ella, sin importar lo que les había unido y todo lo que habían vivido juntos ¿cómo no iba a pasar entonces con personas que apenas conocía y con las que tan sólo compartía algunas conversaciones virtuales, mensajes de teléfono y encuentros furtivos?

Amalia dudaba que él supiera a lo que se enfrentaba y todo lo que abandonaba al tomar esa decisión, pero no intentó retenerle. Él había decidido rendirse en lugar de luchar, abandonar antes que resolver, reprochar y no comprender, callar y no dialogar y aunque herida en su corazón, pero decidida a afrontar su destino con fuerza y valentía, como siempre lo había hecho, respetó su decisión y le dejó marchar.

Allí estaba,… estaban todos… como cada noche…

- Hola Buff!!

- Hola

- ….

- ….

Como una más, durante horas, aquella noche que quizás fuera la última, Amalia participó activamente en la conversación, obtuvo respuestas y él, sin saberlo, volvió a confiar en ella.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

ENCUENTROS




Amalia paseaba por el museo contemplando una y otra vez las obras de aquella artista.

Siempre que su querida y vieja amiga exponía en su ciudad aprovechaba la oportunidad de volver a verlas, porque sólo las sensaciones que experimentaba al hacerlo la trasladaban a aquella maravillosa época en la que se conocieron y compartieron juntas tantos momentos, algunos difíciles, pero también entrañables y felices.

Sabía de memoria los títulos de cada una de las obras y la experiencia y emociones que le habían llevado a crearlas, no en vano ella había sido testigo y protagonista de muchos de los momentos de inspiración. Al verlas, una tras otra, podía construir la vida de su amiga y la suya propia.

Todas eran especiales para ella, todas emanaban sentimiento, coraje, fuerza, emoción…, pero sólo al pararse delante de la que en ese momento tenía frente a sus ojos, un escalofrío recorría su cuerpo y le hacia estremecerse al recordar…., como siempre.

“Encuentros”, ese era el título de aquella obra, que era el reflejo del tiempo, muy intenso, que aquellas 5 amigas habían compartido.

Se conocieron prácticamente recién estrenado 2004. Ninguna se planteaba, en aquella relación, grandes metas fuera de lo estrictamente profesional, pero, sin pretenderlo, aquella mañana del mes de Febrero y las que vinieron después marcarían sus vidas para siempre.

Amalia llevaba poco tiempo en la ciudad y había enviado su currículo a muchas empresas, pero sólo aquella, providencialmente, la llamó y le ofreció un trabajo.

Ellas ya eran amigas hacía tiempo y Amalia apareció en sus vidas tímidamente. Desde el primer momento se dieron cuenta que era la pieza que faltaba en el puzzle, encajaba a la perfección, por eso, y porque era muy fácil quererla y sentirla cercana, la acogieron como una más para sorpresa de Amalia que, según decía, nunca había sido tan bien acogida en ningún trabajo.

El trabajo fue lo que las unió y juntas formaron el mejor equipo, en el más amplio sentido de la palabra. Cada una de ellas aportaba algo de sí para el resto, cada una con su propia esencia:

Una era pura histeria y alegría, imposible parar quieta. Cuando estabas a su lado te contagiaba su hiperactividad y sentías el mundo entero temblar bajo tus pies.

Otra era felicidad, naturalidad, diversión, sonrisa siempre dibujada. Pasase lo que pasase, en ella todo cobraba normalidad y era capaz de contarte cualquier drama con ese punto de humor que sólo ella sabía ponerle a las cosas sin que perdieran su verdadero sentido.

Glamour, elegancia, cariño, ternura, responsabilidad, y un poco de cabezonería…. eran las cosas que veías cuando te asomabas a aquellos inmensos y expresivos ojos que te miraban con dulzura desde el rostro de otra de las amigas.

Finalmente la mayor de todas ellas aportaba su fuerza, sensibilidad y experiencia, según decían sus amigas. Lo cierto es que ella sólo se sentía fuerte gracias a ellas.

Amalia, discreta y responsable, desprendía confianza, serenidad, sensatez…, ante cualquier situación complicada ella siempre decía “para y piensa”. Conseguía poner orden ante cualquier desastre.

Juntas formaban un escaparate de fragancias a elegir según el momento y la ocasión.

No había alegría que no se celebrara. No había preocupación que no se compartiera. No había tristeza que no se llorara…. Juntas, siempre juntas… A pesar de que la vida tímidamente las había unido, también, brutalmente, las había separado. No obstante, de una manera o de otra, estuvieran donde estuvieran, siempre encontraban el momento de volver a reunirse para dar aliento a la que lo necesitara o para celebrar, sin más, el estar encantadas de haberse conocido.

En aquellos años la vida había ido transcurriendo y cada una había sufrido cambios importantes en sus vidas: nuevos hijos, nuevas parejas, nuevos trabajos, nuevas vidas,…. Pero en cada encuentro, ellas se reunían y lo celebraban todo.

Amalia contemplaba aquel cuadro como si fuera la primera vez y sonreía al mirarlo, sin poder evitar que una lágrima rodara por su mejilla. En él 5 mujeres riendo estrepitosamente se abrazaban. Pero aquel cuadro tenía algo especial, cada vez que lo veía era diferente. En aquel lienzo, por encima de las cabezas de las 5 mujeres se podían leer fechas, las fechas en las que aquellas 5 mujeres se habían ido reuniendo a lo largo de los años. Habría que añadir una más…

Amalia oyó pasos, voces, risas, y al volverse vio a sus 4 amigas corriendo hacia ella para abrazarla…. Con su pelo negro ensortijado, sus inmensos ojos negros, y su expresiva cara reflejando la inmensa alegría de volver a encontrarlas, secó sus lágrimas, corrió hacia ellas y, una vez más, 5 mujeres se fundieron en un abrazo de amistad eterna.





sábado, 21 de agosto de 2010

EL SUEÑO


Cuando era niña tuve un sueño.
Soñé con un universo, con un paraíso
Soñé con un príncipe hermoso
Y con un hogar precioso.

Mi sueño dejo de ser soñado,
encontré a mi príncipe hermoso
y con él tuve hijos maravillosos,
mi familia, mi hogar, mis tesoros…

Quisimos querernos como quisimos,
nos miramos a los ojos enamorados,
prometimos amarnos como dos tórtolos.
Mi príncipe era muy generoso
y amoroso como un oso,
me llenaba de besos y abrazos.

Pero mi príncipe hermoso
un día despertó temeroso,
no supo salir airoso,
y un viento ventoso
lo convirtió en un sapo horroroso.

Olvidó sus promesas,
traicionó a sus amores,
vendió nuestras vidas
por un puñado de palabras vacías.

¿Qué le paso a mi príncipe hermoso?,
Dejó de mirar a su hogar precioso.
Se cansó de cuidar por más tiempo de sus tesoros.
Se gastaron sus besos y sus abrazos.

Desperté de mi sueño,
busqué a mi príncipe,
y ya no estaba…


jueves, 15 de julio de 2010

"SIEMPRE"



De pie, junto a la ventana, Amalia repasaba los acontecimientos vividos en las últimas horas.

Su mirada ausente, perdida en la distancia, apenas distinguía la pequeña colina que se divisaba desde su habitación y que poco a poco iban tapando las nuevas construcciones.

Así y todo era capaz de abstraerse mirando aquellas montañas dibujadas en el horizonte, trasladarse en el tiempo y recordar cada uno de los momentos vividos en los últimos años, más o menos 20, junto a la persona amada.

Su relación había comenzado tímidamente, casi sin darse cuenta, clandestinamente... hasta para ellos mismos. Poco a poco se fue fortaleciendo, se complementaban. Él aportaba juventud, inocencia, y muchas ganas de entregarse y amar a alguien siendo correspondido, sintiéndose amado y comprendido. Hacia mucho tiempo que él no se sentía así, de hecho, él pensaba que nunca se había sentido así. Ella le hacia sentirse valorado, le daba seguridad, confianza en sí mismo, le apoyaba en sus momentos de incertidumbre, de crisis, cuando él se preguntaba y dudaba acerca de.... tantas cosas. Ella estuvo allí, siempre estuvo allí, apoyándole, comprendiéndole y amándole como era. Amalia se sentía amada junto a él, protegida, veía en él su refugio, su luz, su futuro, el hombre con el que quería pasar el resto de su vida, con el que quería envejecer. Por eso se había dedicado a él en cuerpo y alma y le había entregado los mejores años de su vida. Se casaron y llegaron los dos milagros de amor. Juntos habían construido una familia que cada día iba fortaleciéndose. Había creído en él, en los dos, en su relación por la que habían luchado para hacerla firme. Habían superado no pocas dificultades, haciendo oídos sordos a los que pensaban que la diferencia de edad iba a ser un problema.... Ellos nunca lo vieron así, no lo sintieron así. Todo parecía haber ido bien durante años, con sus subidas y bajadas, con sus alegrías y sus sinsabores, con sus ilusiones y desilusiones.... como en cualquier pareja, como en cualquier familia.

Las gotas de lluvia resbalaban por la ventana, al igual que las lágrimas resbalaban por las mejillas de Amalia. Fuera llovía con la misma intensidad que llovía en su alma. Amalia seguía mirando por la ventana mientras rescataba de sus recuerdos los últimos meses. Se había sentido tan sola. Había intentado tantas veces, en vano, acercarse a él, hablar, que le explicara, que le dejara ayudarle... Todos sus esfuerzos habían sido inútiles, cada día, cada anochecer, él se alejaba un poco más. Amalia veía asustada pero esperanzada al mismo tiempo, cómo él iba construyendo su nuevo mundo. Respetaba su espacio, su tiempo, pero esperaba con impaciencia que en algún momento él le pidiera formar parte de ese mundo, compartirlo, como siempre había sido. Esperaba que saliera de su encierro y por fin, confiara en ella, se acercara y la abrazara…, pero no pasó....

Nada le había hecho sospechar a Amalia que con los años se había instalado en aquel nido la desconfianza, el desamor y hasta el rechazo. Amalia sólo fue consciente del alejamiento de su amor, cuando aquel día encontró aquella nota junto a una rosa seca. Una nota infantil, adolescente, inmadura... pero que él guardaba como un tesoro. Y eso fue lo que a Amalia más le dolió. No encontró en aquel cajón pruebas del amor que habían compartido durante años, sólo esa nota y la flor furtivamente guardados.

Ahora Amalia se sentía decepcionada, estaba descubriendo con dolor que había estado viviendo con un hombre que no era el que decía ser. En los peores momentos él no había sido capaz de entregarle a Amalia la misma comprensión que él tanto había reclamado. Estaba descubriendo que no había sido honesto con ella. No había sido leal. Mientras ella luchaba, a su manera y con las pocas fuerzas que tenía, por mantener el hilo de comunicación con su compañero, él, desde su mundo, aparentaba resignación, rendición ante una lucha que quizás nunca había comenzado. Él, mientras esperaba calladamente signos del amor de Amalia, labraba y abonaba otros terrenos. Y finalmente, ilusionado ante sabe Dios qué fantasía, había preferido seguir su camino. Amalia sentía que él había traicionado su fe y su confianza. Había incumplido sus promesas, sus compromisos. La quería sí, pero no la amaba como le había prometido. Y Amalia se había sentido herida, desgarrada por dentro, abandonada y vacía. Sentía que su vida se iba borrando poco a poco, que aquella lluvia que no dejaba de caer la desvanecía, que tendría que volver a dibujar su vida como en un lienzo en blanco. No sabía cómo hacerlo. No sabía qué dibujar. Pero lo haría porque al mirar a sus dos milagros de amor era consciente de que su pasado había sido real y que había existido un tiempo de amor, de risas, de complicidad… un tiempo en el que creyeron y confiaron uno en el otro y en la familia que juntos habían querido formar.

Sabía que tenía que tomar las riendas de su vida y mirar el presente y el futuro con todas sus fuerzas. Con coraje, con valor, como siempre había afrontado todo lo que le había sucedido, pero se sentía tan débil, tan vulnerable... Dejó de recordar y quiso imaginar cómo sería su vida a partir de aquel momento.

Fue hacia su mesa de trabajo... En ella encontró los papeles del divorcio firmados por los dos. "¡20 años para construir una familia y apenas 1 hora y 3 folios escritos a ordenador para deshacerla!", pensó. Junto a ellos la pulsera que él le regaló en el primer aniversario. "Siempre llenaré mis ojos de ti", decía la frase grabada en su interior. No pudo evitar que las lágrimas resbalaran por sus mejillas y repetía una y otra vez: "¡Siempre, siempre…!".

Siempre” resultó ser demasiado tiempo.


martes, 22 de junio de 2010

REALIDAD


Como cada mañana Amalia paseaba tranquila recorriendo aquella kilométrica playa cercana a su casa.

Hacia años había viajado a ese lugar y había descubierto complacida que todavía quedaban en España playas vírgenes y naturales que no habían sido amenazadas por los intereses económicos de grandes complejos turísticos. No había construcciones gigantescas y desafiantes amenazando la orilla, erguidas sobre el mar como si quisieran comerle su terreno. No había aparcamientos, farolas, ni sombrillas multicolores sembradas por la arena dorada, pegadas unas a otras. No había chiringuitos con olor a sardinas asadas, repletos de ciudadanos del mundo sentados para tomarse la cervecita diaria impregnados en crema solar protectora inútilmente extendida a juzgar por la rojez de sus pieles. No se escuchaba música de los 60 atronando a los que se acercaban a aquella playa, ni gritos, ni lloros de niños pidiéndoles a sus madres un helado, unas patatas…. En aquella playa sólo se escuchaba el silencio y el murmullo del mar acercándose a la orilla.

Los que iban a aquella playa lo hacían por el puro y simple placer de disfrutar de sus encantos…. Sus aguas cristalinas, azules, verdes, que dejaban ver el fondo y los pececillos diminutos rozando los pies. La arena dorada, fina y brillante resbalándose entre los dedos, las nubes blancas y algodonosas descendiendo del cielo como una niebla ligera para rozar la cara y dejar sentir su frescor; la brisa húmeda pegándose al cuerpo e impregnándolo todo de olor a mar… En aquellas playas sus gentes se encontraban paseando y se saludaban diariamente: “Buenos días”… “Feliz paseo”…. “Nos vemos mañana”…. Aquellas playas se conservaban intactas, tal y como Dios las había “traído” al mundo.

Entonces, cuando visitó por primera vez aquel lugar, fue cuando decidió que, algún día, en cuanto pudiera, se trasladaría allí para hacer las cosas que siempre había soñado hacer, leer, escribir, pintar, ver películas románticas, dar largos paseos acompañada por sus recuerdos….. disfrutar, en definitiva, de una vida dedicada y centrada, por primera vez, en ella misma.

Caminaba descalza sintiendo en sus pies la arena húmeda, pensando en los cambios que se habían producido en su vida. Desde que se había trasladado a aquel lugar siempre vestía de blanco, gris perla o azul celeste…. le hacia sentirse integrada en el ambiente, ligera, pura, una vez que se había liberado de todas aquellas capas de pintura que durante años había ido acumulado y que habían llegado a pesarle tanto. Por otra parte, le parecía que, utilizar otros colores en su vestimenta, podría considerarse una agresión a aquel maravilloso paisaje que le había acogido hacia años con su abrazo inmenso e imaginario…….

A pesar de todo, Amalia se sentía satisfecha con lo que había hecho hasta llegar el momento de trasladarse allí. Durante años se había dedicado al cuidado de las personas que tenía a su alrededor…. padres, hijos, marido, amigos…. pero en el fondo de su corazón sentía que había vivido una vida que no era la suya…. Obligada quizás por las circunstancias o por su arraigado sentido de la responsabilidad, siempre era ella la que acudía a apagar todos los fuegos. Nadie se lo pedía, era una necesidad que le salía de dentro y que en algún que otro momento de su vida no había sido bien interpretada y le había llegado a pasar factura.

Ella había aprendido a dosificar su entrega, pero así y todo, sin saber ni cómo ni por qué, finalmente siempre se encontraba en el escenario donde había algún fuego que apagar, alguna gestión que realizar, o alguna frente que sujetar….

Cuando tomó la decisión de trasladarse allí sentía que su misión en su ciudad de origen había concluido y que esa etapa de su vida debía cerrarse. Sus padres y los que podría considerarse sus segundos padres, por la cercanía que había prevalecido siempre en sus vidas, habían fallecido hacía años…., sus hijos habían empezado a construir su propia vida….., sus amigos comprendieron su decisión y la animaron a dar ese paso, el paso….

Amalia observaba las huellas descalzas que iba dejando en la arena aún húmeda tras la bajamar…. y pensaba qué huellas habría dejado ella en su vida y a quién. De repente una ola las arrebataba de la orilla, mojando sus pies y llevándoselas a lo más profundo de aquel Océano Atlántico…. ¡Como amaba ese mar! ¡Cuantos pensamientos y recuerdos guardaban sus profundidades marinas ensartados en bancos de corales, escondidos en sus silencios…..!

Repasaba sus huellas en la arena, las contaba y sonreía…. La brisa de aquella mañana hacia que su camiseta de ninguna marca y su falda de rastrillo se pegaran a su cuerpo y diseñaran su figura ya marcada por los años transcurridos… Su pelo, siempre largo, caía sobre su espalda, y a veces, por efecto del viento, se enredaba a su cuello y se pegaba en su cara…. Amalia sacudía su cabeza para retirarlo y sentir la brisa fresca inspirando profundamente para llenarse de ella….

En aquellos interminables paseos Amalia recogía toda clase de tesoros. Hacía años que tenia esa costumbre, desde que vio en una película interpretada por Diane Keaton y Jack Nickolson, cómo la protagonista, una mujer madura que tiene una relación con el novio de su hija (un señor también maduro), siempre recogía de la arena piedras blancas, perfectas, inmaculadas… hasta que un día el señor maduro le anima a cambiar los esquemas perfectos de su vida y empieza a coger también piedras negras…. En aquella película la protagonista, no sólo termina recogiendo piedras de diferentes colores sino que se casa con un joven 20 años menor que ella. Quizás fue entonces cuando Amalia decidió que también ella tenía que empezar a hacer cosas distintas de las que siempre había hecho…., que su vida no tenía que ser tan perfecta y predecible como todos esperaban. La perfección, lo correcto, el temor a decepcionar… siempre la habían perseguido y habían dejado en ella una huella de la que sólo entonces empezaba a liberarse.

Amalia recogía conchas, fósiles, piedras de formas extrañas, de colores extraños, y llenaba con ellas multitud de recipientes de cristal comprados en el “todo a 100” del pueblo, que repartía por toda la casa, en las habitaciones, los pasillos, la escalera, su estudio…. Quizás para recordar al verlas que su vida había dejado de ser perfecta a los ojos de los demás pero que ella era feliz aceptando y conviviendo con esa imperfección. Nunca en la vida se había sentido ¡tan perfecta!

Había llegado al final del malecón donde las olas estallaban en las rocas salpicándole de espuma blanca, la ropa, la cara…. Y desde donde podía, con más claridad, escuchar el silencio del mar…. Al llegar a ese punto y girar sobre sus pies, como un ritual, siempre observaba la misma escena: al final de la playa, unida al torreón medio derruido asomaba tímidamente aquella casa que durante tanto tiempo había diseñado en su imaginación. Desde allí podía apreciarse claramente el torreón repleto de buganvillas rosadas. Desde aquella distancia, de las dos plantas, sólo se podía apreciar la superior, donde dos grandes ventanales a modo de grandes ojos, asomaban tímidamente tras la pequeña colina y miraban siempre atentos, incansables aquel mar que la había enamorado. Desde allí, a aquella hora, la esfera de luz brillante y blanquecina asomaba por detrás de la casa, subiendo lentamente hasta reposar encima del tejado, reflejando su luz sobre las aguas tranquilas convirtiéndolas en un mar plateado que empezaba a despertar tímidamente con pequeñas olas acercándose a la orilla. Un mar plateado que al atardecer se convertiría en un mar de fuego, rojo, amarillo y brillante. Llenar su mirada de aquel amanecer la llenaba de energía y fuerza. Desde allí podía ver las dunas de fina arena que tenía que sortear para llegar al camino que la llevaba a su casa… “El refugio del Angel”.

Su hijo había diseñado aquella casa para ella cuando terminó la carrera. Fue un regalo, un sueño que poco a poco se fue convirtiendo en realidad. Ahora era un arquitecto importante que participaba en proyectos de construcción de hospitales, colegios para gente sin recursos, etc. Viajaba por todo el mundo y le enviaba fotografías de sus obras dispersas por el mundo. Su hija era veterinaria, cosa que había tenido clara desde que era una niña. Pero fue en el colegio haciendo un trabajo sobre la biodiversidad cuando decidió que se convertiría en una defensora incansable de animales en extinción y especies amenazadas. También viajaba mucho y le encantaba enviarle fotografías de los lugares del mundo que recorría casi siempre con algún animal entre los brazos. Aquella casa estaba llena de fotografías de los dos, por las paredes, por las estanterías…., por donde quiera que fuera sus hijos lo llenaban todo…

La vida de Amalia era tranquila, sosegada,…. Cuando volvía a casa después de su paseo matutino, pintaba, escribía o iba en bicicleta al pueblo para comprar flores que llenaran los jarrones de aquella casa llena de vida, de recuerdos, de amor, y de silencios. No estaba sola…. Era tan feliz……

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Por las rendijas de la persiana se cuelan tímidamente los primeros rayos de sol. Amalia cierra los ojos e inspira profundamente al tiempo que oye abrirse la puerta.

- “Buenos días cariño, te traigo el desayuno, los chicos llegarán pronto…. ¿Qué tal has dormido?....”

- “¡Muy bien! –desperezándose-, he tenido un sueño maravilloso…..”

Se oyen ruidos en la calle, autobuses urbanos, coches,….. Se incorpora, sonrie y le da un beso en la mejilla a su compañero de más de 30 años…. Fundidos en un abrazo Amalia cierra los ojos, y huele a flores y a mar…