martes, 27 de noviembre de 2012

HOY ES UNO DE ESOS DIAS...





Amalia despertó aquella mañana presintiendo lo que iba a suceder. Durante la noche los sueños se habían mezclado con las pesadillas y al despertar y encender el ordenador, encontró exactamente lo que esperaba…. Una vez más, como cada año, allí estaba. ¿Para qué? ¿Por qué?… Palabras vacías que para Amalia no significaban nada… Sin embargo también encontró otras muchas, sinceras y sentidas que habían llegado al mismo destino para endulzar su corazón y su alma. 

Se sentó en la cama y pensó que ese era uno de esos días, en los que se mezclan los sabores, el sabor agrio de la hipocresía acudía a su garganta provocando la misma sensación que una mala digestión. Sin embargo el amor, el cariño y la amistad sincera actuaban como un bálsamo sobre una herida que necesita cicatrizar.

Era uno de esos días en los que las lágrimas acuden impetuosas a tus ojos deseando salir. Unas para dejar inevitablemente su huella en el rostro y  un sabor salado en el paladar, otras para lavar y limpiar el alma produciendo el efecto de un baño tibio antes de acostarse.

En esta clase de días añoras a los ausentes. A algunos porque no tuvieron opción y se fueron demasiado pronto, otros porque pudiendo elegir, eligieron… Pero sientes el abrazo cálido de los que te rodean como un abrigo hecho a medida que cubre tu cuerpo casi desnudo en una noche de tormenta y ventisca que te hiela hasta los huesos.

Amalia había aprendido a sumar y a restar hacia mucho tiempo y por eso sabia que todo lo que suma también resta. La vida no es infinita. Cuanto más te alejas de la salida, más cerca estás de la meta. Pero también es como un saco mágico en el que vas acumulando grandes tesoros que, como amuletos de buena suerte, te acompañarán siempre y nunca perderás, aunque quizás llegue un momento en el que no los recuerdes.

Era uno de esos días en los que maldices el tiempo perdido, la palabra no dicha, el gesto inexistente…. pero en el que agradeces a cada momento los buenos deseos, las promesas cumplidas, lo que has perdido por lo que has ganado… Y durante todo el día una palabra te acompaña fiel y firme… GRACIAS!

“Hoy es uno de esos días, pensó Amalia,…

…en los que se mezclan los sabores…
…en los que lloras y entre lágrimas ríes…
…en los que abrazas y añoras…
…en los que restas pero sobretodo sumas…
…en los que maldices pero sobretodo agradeces…

Uno de esos días, en los que ni todo es blanco, ni todo es negro… porque el equilibrio es necesario y saludable.”

Amalia se dispuso a emprender otro de sus viajes… preparó su maleta encima de la cama y depositó en ella todo lo que podía necesitar. Subiría montañas, cruzaría ríos, atravesaría desiertos… por eso no quería llevar exceso de equipaje.

jueves, 5 de enero de 2012

DÍA DE REYES




El padre de Amalia conocía personalmente a los Reyes Magos, por eso había años que les pedía que acudieran a su casa cuando las niñas, Amalia y sus hermanas, se hubieran despertado para darles los regalos en persona. Ellas les obsequiaban con dulces y moscatel, porque después de una larga noche necesitaban reponer fuerzas para emprender el camino de vuelta a casa.

Había otros años en los que Amalia y sus hermanas visitaban a los Reyes Magos en su castillo e iban a recoger los regalos personalmente.

En otras ocasiones Amalia había escuchado claramente a los Reyes Magos depositar los regalos durante la noche con mucho cuidado en el salón de su casa. Oía a los camellos comerse el arroz que Amalia y sus hermanas habían dejado en los zapatos, y a los Reyes Magos chinchinear con las copas y saborear ese moscatel carmelitano que siempre había en casa. Pero Amalia sabia que en esos momentos no podía levantarse de la cama ni hacer ningún ruido que pudiera distraer a los Reyes de su misión.

Después llegaron los hijos, los de Amalia y los de sus hermanas, e igualmente desde el primer año Amalia quiso que vivieran esa noche muy especialmente. Colocaban sus zapatitos con arroz en sus respectivas sillas y dejaban turrón y moscatel para los Reyes Magos. Al día siguiente los niños descubrían emocionado sus regalos y veían como los Reyes y los camellos se lo habían comido todo. No dejaban ni un grano, normal, porque trabajaban tanto que necesitaban descansar de vez en cuando….

En alguna ocasión los Reyes dejaron un poquito de carbón para los pequeños pero aún así Amalia y sus hermanas intentaron transmitir a sus respectivos hijos la magia y la ilusión de esa noche en la que, por una vez, casi todos los deseos se cumplen.

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“Queridos Reyes Magos, este año he sido muy buena….”, como cada año Amalia preparaba su carta a los Reyes, sus hijos le habían insistido una y otra vez que así lo hiciera, pero ella no sabía qué pedir. En realidad no necesitaba muchas cosas, tenía lo principal y lo que le faltaba era difícil de conseguir, ya lo había pedido otros años y no se lo habían traído. Amalia sabía que no siempre se recibe lo que se pide, lo que se quiere o lo que se espera.

… os pido salud para mis hijos y para mí, para poder estar junto a ellos y verlos felices cada día y os pido paciencia y comprensión para sobrellevar la enfermedad que tristemente me rodea.

… os pido que no me falte el trabajo que sostiene a mi familia y os pido por aquellos que no lo tienen para que lo encuentren pronto.

… Y os pido amor, mucho amor para dar a mis amigos, a mi familia, a mis hijos… a los que me quieren, por su dedicación a mi durante este año, y sobre todo te pido que a ellos, a los que tanto quiero, no les falte de nada. Confío en que me traeréis todo lo que os pido porque como os he dicho creo que este año me he portado bien, pero si no es así sólo os pido que me traigáis los días para seguir soñando”.