miércoles, 22 de septiembre de 2010

ENCUENTROS




Amalia paseaba por el museo contemplando una y otra vez las obras de aquella artista.

Siempre que su querida y vieja amiga exponía en su ciudad aprovechaba la oportunidad de volver a verlas, porque sólo las sensaciones que experimentaba al hacerlo la trasladaban a aquella maravillosa época en la que se conocieron y compartieron juntas tantos momentos, algunos difíciles, pero también entrañables y felices.

Sabía de memoria los títulos de cada una de las obras y la experiencia y emociones que le habían llevado a crearlas, no en vano ella había sido testigo y protagonista de muchos de los momentos de inspiración. Al verlas, una tras otra, podía construir la vida de su amiga y la suya propia.

Todas eran especiales para ella, todas emanaban sentimiento, coraje, fuerza, emoción…, pero sólo al pararse delante de la que en ese momento tenía frente a sus ojos, un escalofrío recorría su cuerpo y le hacia estremecerse al recordar…., como siempre.

“Encuentros”, ese era el título de aquella obra, que era el reflejo del tiempo, muy intenso, que aquellas 5 amigas habían compartido.

Se conocieron prácticamente recién estrenado 2004. Ninguna se planteaba, en aquella relación, grandes metas fuera de lo estrictamente profesional, pero, sin pretenderlo, aquella mañana del mes de Febrero y las que vinieron después marcarían sus vidas para siempre.

Amalia llevaba poco tiempo en la ciudad y había enviado su currículo a muchas empresas, pero sólo aquella, providencialmente, la llamó y le ofreció un trabajo.

Ellas ya eran amigas hacía tiempo y Amalia apareció en sus vidas tímidamente. Desde el primer momento se dieron cuenta que era la pieza que faltaba en el puzzle, encajaba a la perfección, por eso, y porque era muy fácil quererla y sentirla cercana, la acogieron como una más para sorpresa de Amalia que, según decía, nunca había sido tan bien acogida en ningún trabajo.

El trabajo fue lo que las unió y juntas formaron el mejor equipo, en el más amplio sentido de la palabra. Cada una de ellas aportaba algo de sí para el resto, cada una con su propia esencia:

Una era pura histeria y alegría, imposible parar quieta. Cuando estabas a su lado te contagiaba su hiperactividad y sentías el mundo entero temblar bajo tus pies.

Otra era felicidad, naturalidad, diversión, sonrisa siempre dibujada. Pasase lo que pasase, en ella todo cobraba normalidad y era capaz de contarte cualquier drama con ese punto de humor que sólo ella sabía ponerle a las cosas sin que perdieran su verdadero sentido.

Glamour, elegancia, cariño, ternura, responsabilidad, y un poco de cabezonería…. eran las cosas que veías cuando te asomabas a aquellos inmensos y expresivos ojos que te miraban con dulzura desde el rostro de otra de las amigas.

Finalmente la mayor de todas ellas aportaba su fuerza, sensibilidad y experiencia, según decían sus amigas. Lo cierto es que ella sólo se sentía fuerte gracias a ellas.

Amalia, discreta y responsable, desprendía confianza, serenidad, sensatez…, ante cualquier situación complicada ella siempre decía “para y piensa”. Conseguía poner orden ante cualquier desastre.

Juntas formaban un escaparate de fragancias a elegir según el momento y la ocasión.

No había alegría que no se celebrara. No había preocupación que no se compartiera. No había tristeza que no se llorara…. Juntas, siempre juntas… A pesar de que la vida tímidamente las había unido, también, brutalmente, las había separado. No obstante, de una manera o de otra, estuvieran donde estuvieran, siempre encontraban el momento de volver a reunirse para dar aliento a la que lo necesitara o para celebrar, sin más, el estar encantadas de haberse conocido.

En aquellos años la vida había ido transcurriendo y cada una había sufrido cambios importantes en sus vidas: nuevos hijos, nuevas parejas, nuevos trabajos, nuevas vidas,…. Pero en cada encuentro, ellas se reunían y lo celebraban todo.

Amalia contemplaba aquel cuadro como si fuera la primera vez y sonreía al mirarlo, sin poder evitar que una lágrima rodara por su mejilla. En él 5 mujeres riendo estrepitosamente se abrazaban. Pero aquel cuadro tenía algo especial, cada vez que lo veía era diferente. En aquel lienzo, por encima de las cabezas de las 5 mujeres se podían leer fechas, las fechas en las que aquellas 5 mujeres se habían ido reuniendo a lo largo de los años. Habría que añadir una más…

Amalia oyó pasos, voces, risas, y al volverse vio a sus 4 amigas corriendo hacia ella para abrazarla…. Con su pelo negro ensortijado, sus inmensos ojos negros, y su expresiva cara reflejando la inmensa alegría de volver a encontrarlas, secó sus lágrimas, corrió hacia ellas y, una vez más, 5 mujeres se fundieron en un abrazo de amistad eterna.