martes, 4 de enero de 2011

DICCIONARIO


Una de las cosas que más le gustaba a Amalia era pasearse por el barrio antiguo de su ciudad y entrar en cada una de las librerías que encontraba. Podía pasarse horas enteras ojeando libros, leyendo sus contraportadas, las dedicatorias, algunas de sus páginas y convirtiéndose, por unos instantes, en la protagonista de aquellas historias.

Aquella mañana entró en una librería donde vendían libros de segunda mano. Ya sólo el local en sí era especial, más que una librería parecía una biblioteca. Estaba distribuido en pequeños habitáculos cuyas paredes forradas de estanterías repletas de libros apenas dejaban ver un hueco desde el suelo hasta el techo. En el centro de cada una de las habitaciones había uno de esos pequeños sofás de estilo clásico y de forma redondeada, tapizado en terciopelo de diferentes colores lisos donde los clientes podían sentarse para deleitarse un rato con el libro de su elección.

Amalia iba mirando las estanterías con su cabeza inclinada hacia el lado izquierdo en un intento de leer el título de cada uno de los ejemplares. Había libros de todos los colores y tamaños, pero de repente su vista se fijó en uno en concreto. No era demasiado grande pero sí bastante gordo y con las tapas duras forradas de cuero rojo envejecido con las letras grabadas en negro. Lo cogió entre sus manos y se sorprendió al ver que era un diccionario tal y como indicaba en la portada. Además una fecha, “Edición 1942” y en la contraportada su precio “25 pesetas”. Sus finísimas hojas casi inseparables formaban un lomo de color rojo algo descolorido. Mientras trataba de separarlas Amalia intentaba imaginar cómo ese diccionario habría llegado hasta allí, a quién habría pertenecido, su historia… e inmediatamente se sorprendió al darse cuenta de que algunas palabras estaban intencionadamente señaladas con un fino trazo de lapicero que las rodeaba. Se sentó en el redondo sillón del habitáculo y ordenadamente, desde la A, comenzó a leer con curiosidad cada palabra que encontraba marcada y su definición:

Admirar: Ver, contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algo que llaman la atención por cualidades juzgadas como extraordinarias.

Alegría: Sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores.

Amistad: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

Amor: Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

Confianza: Esperanza firme que se tiene de alguien o algo.

Decepción: Pesar causado por un desengaño.

Desengaño: Conocimiento de la verdad, con que se sale del engaño o error en que se estaba. Efecto de ese conocimiento en el ánimo.

Dolor: Sentimiento de pena y congoja.

Enamorado: Estar prendado de amor de alguien.

Engañar: Dar a la mentira apariencia de verdad. Inducir a alguien a tener por cierto lo que no es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas. Incurrir en infidelidad conyugal.

Esperanza: Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

Fe: Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo.

Felicidad: Estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada y buena. Condición interna de satisfacción y alegría.

Fidelidad: Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona.

Fiel: Que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él.

Fraude: Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete.

Gratitud: Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera.

Honesto: Razonable, justo. Probo, recto, honrado.

Humillación: Acto por medio del cual una persona es avergonzada o denigrada generalmente en público por sus actos, cultura, forma de pensar, etc.

Ilusión: Esperanza o anhelo por algo en concreto.

Leal: Que guarda a alguien o algo la debida fidelidad.

Melancolía: Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.

Mentir: Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa. Inducir a error. Fingir, aparentar. Faltar a lo prometido, quebrantar un pacto.

Miedo: Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

Nostalgia: Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.

Ocultar: Callar advertidamente lo que se pudiera o debiera decir, o disfrazar la verdad.

Orgullo: Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.

Paz Interior: Virtud que pone en el ánimo tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y las pasiones.

Pena: Cuidado, aflicción o sentimiento interior grande.

Piedad: Inclinación afectiva, con pena o sentimiento, hacia una persona desgraciada o que padece.

Rabia: Ira, enojo, enfado grande.

Resignación: Conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades.

Soledad: Carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.

Sorpresa: Resultado de descubrir lo que alguien ocultaba o disimulaba.

Traición: Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.

Tristeza: Estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. Es la expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, etc.

Vergüenza: Turbación del ánimo ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena.

Cuando terminó de leer las palabras señaladas Amalia tuvo la sensación de conocer mucho mejor al propietario original de aquel ejemplar, probablemente la misma persona que las había señalado una a una y que intencionadamente o no se había desprendido de él para que llegara a otros.

Al llegar a casa, Amalia envolvió cuidadosamente el diccionario en un papel azul brillante, su preferido, y le puso un gran lazo plateado. Después lo metió en una caja y lo llevó a la oficina de correos más cercana asegurándose que la dirección del destinatario estaba correctamente indicada. Pidió un envío urgente, no quería que llegara tarde. Al día siguiente era Noche de Reyes.